Estaremos juntos pase lo que pase. Te protegeré y me protegerás. Tú eliminarás mi soledad y yo la tuya.
Al
abrirlos de nuevo, el vehículo había desaparecido. En su lugar, una
figura pequeña al otro lado de la zona de estacionamiento caminaba
despacio hacia la escuela. La brisa trajo a Teddy un olor ya
familiar; un olor viejo, el aroma de Berenice, quien vestía una vez
más el color de la oscuridad; de los bolsillos de sus tejanos
brotaban finas cadenas que rodeaban su cadera como una cinta. La
camiseta marcaba escasamente sus redondeces bajo la ceñida chaqueta
de cuero negro. Su cabello, con la textura de la seda, quedaba
reunido en una coleta casual que infundía a Berenice ese aire de
poderosa y desafiante indiferencia.
Sus
miradas se unieron durante minutos en el silencio que vino a
continuación. Teddy percibió cómo el iris de la chica refulgía en
centenares de colores, cada cual más intenso y brillante que el
anterior, configurando un arco iris imposible. Aspiró su felino y
embriagador aroma.
─Tenemos
que volver a clase. Al menos yo debo entrar en clase ─susurró bajo
un fuerte desconcierto─. Me dijiste que no me acercara a ti y ahora
eres tú quien lo hace.
Berenice
amplió su sonrisa.
─No
necesitas la escuela. Yo te enseñaré lo que debes saber para
caminar a mi lado. Mi amigo. ─Su voz brotó diestra, orgullosa,
como si tras esa chica se ocultaran reinos de mundos olvidados.
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